A veces me ciega la absurda rutina
de verte en espejos donde ya no estás.
Te pienso sin nombre surcando mis ruinas
clavando tus dudas sobre mi verdad.
Y en todo este juego de sabernos necios
buscando en el cielo algo que mirar,
duelen más los sueños que se vuelven viejos
de tanto maltrato, de tanto esperar.
A veces no notas que mi voz cansada
se aguanta las lágrimas de tu falsedad,
de ese cruel silencio que muerde tus labios
pero a tu mirada no sabe callar.
Desde que partimos de aquel paraíso
soñando un futuro que nunca alcanzo,
me piso las huellas buscando como regresar
a aquello que fuimos, antes del adiós.
Pero el tiempo pasa borrando caminos,
haciendo distancias sin subir la voz.
Y no me resigno a rendirme al olvido.
A saberme uno,
donde fuimos dos.