viernes, 8 de noviembre de 2013

Las agujas del reloj.

Buscaba razones aunque no se bien donde, quería mi felicidad pero esta se esconde.
Mi vida resumida en diez o quince renglones, diez o quince renglones que nadie se molesta en leer.

'Tienes que aprender, tienes que crecer', se repite en mi cabeza una y otra vez, después de cada amanecer, después de cada herida mal curada y cicatrices mal cerradas, aprendí a sobrevivir, que no a vivir, que más hubiera querido yo que ser normal.
 

Ser normal, ese chaval que presentar a tu madre como tu novio formal, ¿y qué más?
Es lo que tiene soñar, que pasa factura, el que sueña no madura y aquí sigo con la soga al cuello por todo aquello que un día soñé y no afronté.


Que mi mundo va al revés, todo el mundo lo sabe, yo también.
Ya es hora de levantarme y hacerle frente a lo que venga, aunque nadie me entienda, pero no soy capaz, siempre le doy cinco minutos más a mi despertador.
Y así, día tras día, retraso mi hora de levantar y vivir.